El
gobernador, que se posiciona como la otredad de Milei, vende un mal entendido regioncentrismo y eso representa un límite para su proyección política.
El
liderazgo y el concepto de grandeza de un país resultan indispensables para
todo político con ansias presidencialistas en la nueva matrix política. Sin
embargo, el gobernador santafesino Maximiliano Pullaro abrió el pasado 1 de mayo el año legislativo provincial con un discurso del desarrollo primario productivo, lo que lo presenta como un político de antaño, con sesgos y limitaciones.
Desde la región más mileista del país, Pullaro decidió disputarle el poder narrativo a Milei
desde un mal entendido “regioncentrismo”. Su discurso político ante la Asamblea Legislativa se concentró en el reclamo del
bache rutero, a pesar de que la sociedad en 2025 piensa que los gobiernos
provinciales y municipales tienen que financiarse sus propias obras.
La mayoría de los argentinos hoy está en un tránsito entre el
pasado, creador de una memoria dolida, y una visión de futuro que aspira a la
evolución. Tanto es así, que la fortaleza de las instituciones pareciera depender de ese discurso. A partir de Milei, las iniciativas orientadas a reducir
gastos, facilitar inversiones, desburocratizar, luchar contra "los curros" y
garantizar la seguridad tienen un apoyo nunca antes visto.
Estamos en una época de revolución, y eso explica en buena medida el 50
por ciento de imagen positiva que mantiene Javier Milei, a pesar de estar próximo al año y medio de gestión. Habiendo dejado atrás, con creces, el umbral histórico de la luna de miel que disfrutan todos los gobiernos en su etapa inicial. Milei no necesita “desensillar hasta que aclare”,
porque aun con errores no forzados se recupera y al final no muestra signos de
opacarse.
Mientras tanto, Pullaro
propone regioncentrismo para defender la agenda vetusta de la obra pública atada
a los recursos del estado. El error es que no está imponiendo agenda con temas
nuevos, sino que recurre al espejo del reclamo provincialista y le habla a un
destinatario “positivo” que suele ser partidario de las antiguas prebendas
estatistas nacionales. Repite ideas, cuando el juego real está habitado por
esos múltiples indecisos que siempre se han sentido excluidos; allí, en
definitiva, es donde realmente se pone en juego el poder de persuasión, y allí se pide otro discurso.
Ahí está
el límite de discurso de Pullaro, que muestra no tener ideales de grandeza ni
estar dispuesto a defender las nuevas aspiraciones de una Argentina grande con un think
tank de política moderna argentina.
Entender y superar la agenda mileista desde la apropiada
agenda del regioncentrismo le permitiría al gobernador santafesino otro volumen
político y económico. Sobre todo si se piensa desde el núcleo productivo que
genera el 40 por ciento de las exportaciones del país. Por ahora, elige el
camino conocido de disfrazar y sobrevalorar los roles del
santafesinismo que administra, y eso pareciera quedarle más cómodo. Porque mirar la verdad de
la política cara a cara no es algo soportable para todos./
(*) Politóloga. Socia de Isasi / Burdman Consultores Políticos